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La burbuja del juego social

Visto en EUROGAMER
Artículo por Rob Fahey

Lo mires como lo mires, PopCap es una compañía destacable. De las muchas compañías de videojuegos surgidas en la nueva escena de juegos sociales y móviles, es una de las pocas que consigue mantener un difícil equilibrio – agradar al enorme nicho mainstream de jugadores casuales al tiempo que gana el respeto de los jugadores hardcore.

Durante la última década, la compañía ha conseguido no solo explotar su franquicia estrella – Bejeweled -, sino también generar nuevas IPs tan atractivas como la que les llevó a la fama, incluyendo títulos como Peggle, Plants vs. Zombies o Zumba. Además, parece moverse como pez en el agua en el sector móvil y social, generando apps para usuarios de iPhone, entretenimiento para el break del café con juegos para Facebook y publicando juegos descargables en Steam para los jugadores más dedicados.

No hay ninguna duda: PopCap es una gran empresa de videojuegos. Sin embargo, si los rumores surgidos esta semana son ciertos y la compañía se vende por cerca de mil millones de dólares, será la confirmación definitiva de algo que se venía diciendo en voz baja desde hace un tiempo: que los juegos sociales y móviles, junto con el «internet social» en general, se han convertido en un burbuja de mercado.

Durante el último año el valor de las empresas del sector ha crecido enormemente, y se han producido algunas ventas con cifras escandalosas. El pasado mes de octubre el gigante móvil japonés DeNA pagó cuatrocientos millones de dólares por la desarrolladora de juegos para iOS ngmoco – otra gran compañía con fantásticos productos, cuyo precio resultó sorprendente. Para no quedarse atrás la gran rival de DeNA, GREE, pagó cien millones de dólares por OpenFeint – los creadores de una plataforma de juego social para iPhone y Android.

En occidente, EA pagó el año pasado trescientos millones de dólares por PlayFish, mientras Disney se gastaba setencientos sesenta millones en Playdom, para luego reestructurar agresivamente todo su negocio relacionado con los videojuegos en torno al juego social – con resultados dispares, todo sea dicho de paso.

Estos son solo algunos de los ejemplos de los que tenemos conocimiento, porque son los que se han hecho públicos. El rey del sector, Zynga, tiene un valor de 10.000 millones de dólares según algunas estimaciones. Y no solo los números de las compras están volviéndose tremendamente altas: los inversores de capital de riesgo también parecen haber pillado la fiebre. En marzo, Rovio – una desarrolladora con un solo éxito en su historial, aunque sea Angry Birds – tomó cuarenta y dos millones de dólares en una ronda financiación, aún cuando sus propios inversores admitieron que realmente no la necesitaba.

Y no solo son los juegos, por supuesto. En el amplio mundo del internet social, los analistas empezaron a hablar de la idea de que habíamos entrado en una burbuja cuando Color Labs consiguió 41 millones de dólares de financiación para una aplicación de iPhone que no solo no estaba escrita, sino que nadie parecía ser capaz de explicar bien. Todo eso cuando todavía no hemos ni entrado a valorar el precio que tendría una empresa como Twitter – cuyo servicio es fantástico, pero con unos planes a largo plazo para ganar dinero que parecen tan confusos y optimistas como los de una empresa de la era punto com.

Pero aunque la burbuja del internet social nos permite poner el dinero en torno al juego social y móvil en un contexto lógico, no hace nada para evitar el daño potencial de una implosión. ¿Qué ocurre cuando explota una burbuja de mercado como esta? Eso es bastante predecible: los compradores se quedan con un valor que no vale tanto como lo que pagaron originalmente por él y potencialmente con la deuda adquirida para comprarlo, mientras la inversión desaparece a medida que los inversores huyen.

¿Quién está expuesto a este riesgo? Electronic Arts, como ya hemos dicho, invirtió trescientos millones en PlayFish. No es la primera adquisición de este tipo que hace – ya pagó 680 millones por la distribuidora móvil JAMDAT en 2005, aunque no es algo que quieran recordar, porque su valor cayó a la mitad poco tiempo después. Irónicamente EA también es protagonista del trato multimillonario con PopCap del que se hablaba esta semana, aunque es difícil saber qué credibilidad tiene. La posición económica de EA no le permitiría hacer una compra de esa escala tan fácilmente – podría hacerse, por supuesto, pero comportaría un riesgo enorme para la compañía.

Disney ha contraido un compromiso aún mayor que EA, pero la compra de Playdom ha sido criticada por diversos frentes por no haber rendido como se esperaba – y aunque la compañía ha duplicado su compromiso con el juego social todavía tiene que ver si eso se traduce en una posición de líder. Sin embargo, Disney no está tan expuesta a la «burbuja» del juego social; puede que haya pagado un sobreprecio por sus inversiones, pero es una compañía enorme que se puede permitir las pérdidas, y la burbuja no oculta el hecho de que el juego social sigue siendo un mercado con un crecimiento de público y beneficios, algo que una empresa como Disney no podía ignorar.

Más allá de esas dos compañías, otras también tienen una participación significativa en el mercado de juegos para móviles – siendo Ubisoft con GameLoft un gran ejemplo – pero han evitado ser cazadas por la burbuja. De hecho, el CFO de GameLoft, Alexandre de Rochefort, fue una de las voces que se alzó advirtiendo de esta situación emergente a principios de año.

En realidad la inversión vienes sobretodo del capital de riesgo y de Asia – y, a veces, de ambos a la vez. Las compañías asiáticas, tanto chinas como japonesas, son propensas a invertir en este mercado, y las japonesas en particular se han visto obligadas ante la necesidad de nutrir un mercado de smartphones que está desplazando al teléfono habitual de su mercado nativo y por las facilidades que ofrece el yen para realizar compras más baratas, al menos hablando de forma relativa.

¿Qué ocurrirá con estas compañías cuando la confianza en el mercado disminuya y la burbuja explote? Para saberlo, creo, sería interesante ver qué implica esta burbuja para la industria del videojuego antes de buscar respuestas.

Nadie – ya sea una corporación o un individuo privado – quiere acabar con un valor que vale menos de lo que pagó originalmente por él, pero eso no explica toda la historia. Como ya hemos dicho, los enormes precios que rodean este sector ocultan una historia secundaria mucho más importante: el enorme crecimiento de público y beneficios no justifica estos precios, pero sí justifica el interés que se ha depositado en este mercado.

Para las compañías de Asia que buscan construir su presencia en occidente, o para empresas occidentales con determinación en mantenerse en lo alto del sector, uno podría argumentar que las compras de juegos sociales y móviles no son realmente una «inversión» en términos de crecimiento de valor. Sí, sería genial comprar una y ver como su valor crece y crece en tu balance de cuentas, pero lo más importante para estas empresas es comprar su entrada en un mercado, expandir su presencia global o demográfica y, al mismo tiempo, evitar la oportunidad de que sus rivales hagan lo mismo.

Incluso si la burbuja explota DeNA (por poner un ejemplo) seguirá teniendo una desarrolladora móvil puntera con una fantástica visión y experiencia del mercado occidental. Quien acabe comprando PopCap se hará con una desarrolladora de juegos sociales cuyo éxito casi no tiene rival, y cuya habilidad y experiencia puede proporcionar grandes oportunidades de mercado. Su valor puede implesionar y el mercado puede no ser igual durante mucho tiempo más, pero las razones para su compra mantienen su validez.

En otras palabras, si tienes el dinero para comprar y tu estrategia de negocio requiere o se beneficia de este tipo de inversión, entonces la burbuja del mercado móvil y social solo debe preocuparte porque hará más difícil recuperar el dinero invertido, pero estás en esto a largo plazo y la compra puede seguir teniendo sentido. Lo que es más preocupante son las compañías e inversores que se están subiendo al tren solo porque los demás lo hacen, malgastando millones en compañías con pocas IPs y planes de negocio increíblemente arriesgados. Y desde luego es preocupante para las compañías que no tienen dinero para hacer este tipo de inversión y que sufrirán en su valor si al final acaba colapsando.

Una burbuja de mercado no es algo bueno, desde luego, pero al mismo tiempo no implica que todo el mundo tenga que ponerse a cubierto y esperar a que el cielo se derrumbe. Simplemente significa que las compañías tienen que ser mucho más cautas en sus inversiones y aceptar que el riesgo es mucho mayor de lo habitual. El juego móvil y social está aquí para quedarse… pero estos precios no. Si prevalecen las actitudes calmadas, al menos podemos esperar que ninguno de los grandes nombres de la industria se vea arrastrado cuando toda esta locura termine.

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