Vale, los titulares especulativos no son lo más honesto del periodismo. Pero, sin duda, eso es lo que hubiese pasado si los planes del Nintendo de 1998 hubiesen llegado a buen puerto.
En aquel lejano año, mientras el mundo entero se preparaba para el fenómeno Harry Potter, Nintendo presentó un plan de lanzamientos de videojuegos para J.K. Rowling. Su propósito era el de hacer una aventura sobre todos los libros que había en ese momento en la librería con el aprendiz de mago de protagonista, así como uno nuevo con cada nuevo libro. Añadidamente, también querían realizar un juego de Quidditch. Y todo lo querían hacer, en principio, con una estética cercana a la de las portadas originales de los libros y, posteriormente, más similar a la de los juegos de rol de la época, con Pokémon como referente.
Por suerte y por desgracia, la idea de Nintendo quedó en nada, ya que los intereses de Rowling tenían otros puertos en el horizonte. Para empezar, Rowling tenía más en mente el cine que los videojuegos. Y, por ello, con todas las grandes majors diciendo cosas bonitas a la escritora, al final, se decantó por Warner para el cine (y, Warner, a su vez, en Electronic Arts, para el videojuego).
Como decimos, por suerte Rowling dijo a Nintendo que no, porque eso llevó a que el mago llegase al cine y que se convirtiese en un icono del siglo XXI. Por desgracia… Bueno, sabemos cómo fuero los videojuegos de Harry Potter. Vimos como, poco a poco, fueron empeorando y empeorando y empeorando. Y sabemos que, entre otras cosas, Nintendo en aquella época acababa de hacer Super Mario 64, Ocarina of Time y se disponía a hacer Majora’s Mask. Sólo puede ponernos la piel de gallina pensar en lo que podrían haber hecho con Harry Potter y su mundo mágico.
En fin, un montón de planos dimensionales, del más claro al más oscuro, con una J.K. Rowling forrándose de lo lindo en cada uno de ellos.